Estas fechas son el disparador del “ponerse a dieta” de muchas personas y lamentablemente es algo que año a año repiten los eternos dietantes. Hoy te planteo la siguiente pregunta: ¿Y si dejamos de dietar?

Cuando se acerca la Semana Santa, y aunque este año que no va a ser igual que otros años, parece que el buen tiempo, las ganas de hacer una pausa en la rutina, cambiar de aires por unos días… nos hace pensar en playa, relax, poca ropa y en nuestro cuerpo. 

En la medida que nos vamos quitando ropa vamos redescubriendo nuestro cuerpo como si lo hubiéramos perdido de vista todos estos meses de frío y comidas más contundentes para sobrellevarlo.

¿Por qué dejar de dietar?

El “dietar” consiste en hacer un régimen, tratamiento o abstinencia de manera parcial o temporal de tipo alimentaria prohibiendo algunas comidas y bebidas para perder el peso.

Hay mil y un artículos escritos acerca de la ineficacia y efectos perjudiciales de las dietas milagro, el efecto yo-yo, la operación bikini; sin embargo nos gusta creer en que sometiéndonos a ello, sufriremos pero valdrá la pena ya que se trata de un esfuerzo enorme en un corto período de tiempo.

Una vez más, tengo que afirmar que se trata de una hipoteca que tendremos que pagar tiempo después de los efectos efímeros… porque la biología humana no es tan simple, y no es una ciencia exacta de suma y resta.

¿Cómo funciona nuestro cuerpo cuando hacemos esas dietas milagro?

Simplificando mucho los mecanismos hormonales implicados en la ganancia y pérdida de peso, al restringir abruptamente las calorías que aportamos a nuestro organismo lo predisponemos a adoptar un estado de alerta y activar su “modo ahorro”. Por tanto:

1. Se reducirá su gasto al mínimo para optimizar la poca energía (calorías) que se ingieren.

2. Aumentará el apetito. El organismo no entiende que estas a dieta, que lo que haces es voluntario y reacciona ante ello como si de una situación de emergencia se tratara.

3. La sobrealimentación o sobreingesta… sucederá. Solo es cuestión de tiempo. Están todos los ingredientes para que se produzca, recuerda que existe un hambre real y fisiológico, el organismo buscará siempre satisfacerlo.

Esta etapa de bajo consumo, no importa que comas solo lechuga y pechuga, tu cuerpo no lo entiende y funciona con un mínimo gasto energético. A todo esto se suma la sensación de no ser capaz de controlar el peso y sentirse en un círculo vicioso de dieta-pérdida de peso-aumento de peso que se repite una y otra vez.

La frustración y el estrés generados tampoco ayudan, disparan el cortisol y la insulina que harán el camino aún más difícil. ¿Por qué ese maltrato a tu cuerpo?

Este es el doble efecto negativo de las dietas tan estrictas, resultados efímeros y, la enorme sensación de fracaso que conducen al abandono y a un incremento de peso mayor al de inicio.

¿Cómo salir de esto? No tropieces otra vez con la misma piedra. Frena el impulso de hacer lo mismo que hiciste los años anteriores pero con otro nombre más de moda. Existe una manera sensata, respetuosa con tu cuerpo y con tu autoestima de perder peso, pero debo decirte también que no es mágica ni inmediata; por el contrario… es la definitiva.