La obesidad puede considerarse una pandemia que lleva incrementando su prevalencia desde 1960, más de 60 años entre nosotros. Entre 2004 y 2014 su incidencia se incrementó en un 1% cada 3 años; las previsiones indican que en 2050 el 50% de la población mundial tendrá sobrepeso u obesidad.

En el mundo existen 2 mil millones de personas con sobrepeso y más de 650 millones que padecen obesidad. En España, uno de cada 2 adultos presenta un peso superior al recomendable (50%). El índice de obesidad en adultos es del 14.5% mientras que el de sobrepeso asciende al 38.5%. Las cifras en población infantil y juvenil (2 a 24 años) son aún mas preocupantes, con 13.9% de obesidad y 26.3% de sobrepeso.

El exceso de tejido adiposo se produce por incremento en número y tamaño de los adipocitos en la medida que se perpetua el desequilibrio entre la ingesta de alimentos y el gasto energético. La obesidad es una enfermedad con una estado inflamatorio de bajo grado pero persistente denominado: lipoinflamación.

El binomio obesidad-inflamación

El tejido adiposo lejos de ser un acúmulo de células de “reserva energética”, inerte, funciona como una glándula que produce hormonas implicadas en el control del peso corporal, el sistema inmune, la función vascular, la resistencia a la insulina etc.; especialmente cuando la grasa se localiza en hombros, espalda, hígado y abdomen.

Cuando ingerimos más calorías de las que necesitamos ese exceso energético se almacena en la grasa situada debajo de nuestra piel (grasa subcutánea). Una vez saturada esta vía de almacenamiento, crecen los depósitos de grasa visceral especialmente en abdomen e hígado. Este almacenamiento implica una reorganización estructural que afecta la circulación y los adipocitos se rompen liberando la grasa que contienen al hígado y a los músculos. La célula grasa muere y ese cuerpo atrae a los glóbulos blancos y poniendo en marcha toda la maquinaria de nuestro sistema de defensas. Si la situación no se resuelve y se perpetua en el tiempo se produce la liberación de citoquinas proinflamatorias responsables de las complicaciones de la obesidad: más de 200 enfermedades, muchas de las cuales comprometen seriamente la calidad de vida de los pacientes tales como la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión arterial y algunos tipos de cáncer.

Esta inflamación sistémica sostenida por las citoquinas circulantes interfieren en el metabolismo del colesterol, elevan tanto el colesterol LDL (malo) como a los triglicéridos y reducen el HDL (colesterol bueno). También producen un aumento de la tensión arterial, una mayor coagulabilidad de la sangre e interfieren con la acción de la insulina, incrementando el nivel de glucosa en sangre (diabetes).

En síntesis, la obesidad implica una estado inflamatorio que asociado a infecciones virales como el coronavirus implica:

• Tener un IMC mayor a 30, es un factor que incrementa de manera importante la vulnerabilidad frente a la infección por Covid-19.

• Las personas con sobrepeso tienen un riesgo incrementado del 44% de padecer una infección grave por Covid-19, valor que prácticamente se duplica en las que sufren obesidad.

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